“Mercancía del horror”, de Jaime Gonzalo


Autor:

LIBROS



“Un entretenido camino en el que se hace visible la huella que el nazismo ha dejado en la literatura, el arte, el cine y, por supuesto, el rock”

 

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Jaime Gonzalo
“Mercancía del horror”
LIBROS CRUDOS

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Jaime Gonzalo está atravesando una etapa de generosa producción literaria y algunos lo estamos disfrutando a lo grande. Todavía con el festín reciente de “Poder freak”, su colosal trilogía en la que ajustaba cuentas –a su manera, despiadada– con la contracultura surgida en la segunda mitad de siglo pasado, ahora se despacha con otro trabajo concienzudo y que viene a cubrir una carencia.

Ya iba siendo hora de que alguien emprendiera la titánica tarea de ofrecer un estudio tan pormenorizado y documentado en el que se abordara la controvertida presencia de elementos del nazismo en la cultura pop.  Gonzalo lo hace internándose en esa interacción que no se ha dejado de producir desde 1945 hasta hoy, sobre todo en el mundo del rock n´roll, desde sus primeros días y con sus pioneros como protagonistas.

Siguiendo ese rastro, el autor nos lleva por un entretenido camino en el que se hace visible la huella que el nazismo ha dejado en la literatura, el arte, el cine y, por supuesto, el rock. Y es aquí, desde la portada que nos muestra a un Hitler cruzado con el Bowie de “Aladdin Sane” donde se sitúa lo más sabroso y el centro de la obra.

Por estas doscientas páginas, desfilan con generosidad los ejemplos. Es bien conocido que Lemmy, el líder de Motorhead, tenía entre sus aficiones la de coleccionar memorabilia nazi y a Keith Moon le gustaba salir de fiesta disfrazado de Hitler y pasearse con la borrachera a cuestas por barrios judíos. Y qué decir de los punks, tan dados a buscar la provocación tiraron en muchos casos de la esvástica, como en el caso de Sid Vicious. Jugar con el tabú social y epatar estaba entre los propósitos del bajista de los Pistols, por supuesto. Entre los muchos ejemplos que recoge, las motivaciones son variadas y van desde la búsqueda del escándalo por la vía rápida hasta la simpatía política.

En el caso de Bowie y su deriva a mediados de los setenta, parece que la cocaína tuvo que ver bastante con declaraciones y actitudes de las que luego no quiso saber nada. Tampoco andaba muy sobrio Eric Clapton cuando se lanzó a apoyar a Enoch Powell. En fin, hay de todo y, por supuesto, versiones hispanas, como las de Ilegales, Los Nikis o Gabinete Caligari.

Pero no se queda ahí la cosa, porque Gonzalo constata similitudes entre el comportamiento de los fans del rock y las masas que en su momento se dejaron atrapar por el totalitarismo nazi, eso y la fantasía de querer hacer lo que te dé la gana, son, como declaraba el autor en una reciente entrevista nexos de unión entre el fascismo y el rock n´roll.

Con todo esto nos vuelve a deleitar Jaime Gonzalo, quien, por cierto, tiene claro que el fascismo está aquí, entre nosotros y muy presente en derivadas como la económica. Disfruten pues de una de nuestras mejores plumas que hace mucho que trascendió la mera crítica musical para convertirse en algo mucho más grande. Como sus obras, ya han quedado superados sus articulazos, ahora nos “regala” libros fruto de su investigación de la cultura popular. Y nosotros, tan contentos.

 

 

Anterior crítica de libros: “Rancherías”, de David Hernández.

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